El éxito del vino caiño tinto condes de albarei, Albamar o Zárate es resultado de una extensa tradición vinícola y de las bondades del clima atlántico que distinguen a los viñedos de Galicia. En concreto, las Rías Baixas han demostrado ser un escenario privilegiado para el cultivo de esta variedad de uva, aunque el público mayoritario no vincule este área costera con tintos de la máxima calidad.
Y es que las Rías Baixas es un territorio dominado por el albariño, el blanco por excelencia de esta CC.AA que triunfa en el resto del territorio nacional y en destinos tan alejados como Nueva York. Sin embargo, su hegemonía no es absoluta, pues una diversidad de uvas tintas ‘amenazan’ este reinado, siendo la caíño tinto la mejor posicionada (las demás también merecen la atención del consumidor, por la exquisitez de los caldos que se producen a partir de la uva castañal, sousón, mencía, espadeiro, loureira tinta, pedral y brancellao).
La caíño tinto, conocida a su vez por nombres como tinta femia o borraçal, es una variedad autóctona de Galicia, cultivada también en el extremo septentrional de Portugal. Multitud de vinos con distintas D.O. utilizan esta cepa: desde la Ribeiro, Monterrei y Ribeira Sacra hasta Valdeorras, Barbaza e Iria o Val do Miño, sin mencionar la de Rías Baixas.
La historia reciente de la uva caíño tinto se inicia en la década de los setenta. Su desarrollo partió de unas cepas autóctonas de Galicia denominadas «caña de vino» o caíño en gallego. En ningún caso debe confundirse con otros caíños de esta CC.AA, como el branco, el bravo o e longo.
La mayoría de vinos elaborados con caíño tinto se caracterizan por su frescura y su aroma afrutado y floral de gran intensidad. Se emplea en monovarietales, pero también en mezclas. Su cultivo, aunque de fertilidad superior a la media, es vulnerable a la acción de enfermedades como la botrytis o el oídio.