La alopecia está presente en aproximadamente la mitad de la población española. Este trastorno, de consecuencias negativas para la vida social y laboral, afecta sobre todo a varones, si bien cada vez más mujeres sufren este problema. Gracias a los últimos avances en tricología, sus efectos pueden combatirse con el uso de tratamientos alopecia de aplicación oral y tópica.
Por un lado, el minoxidil está catalogado como un fármaco vasodilatador que se administra oralmente y que actúa sobre el cuero cabelludo, estimulando el crecimiento del folículo piloso. Se comercializa desde la década de los ochenta, estando avalado por años de ensayos clínicos.
Esta solución contra la alopecia androgénica se administra en forma tópica y oral, con efectos secundarios mínimos. De ahí que sea el único fármaco de su clase autorizado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés).
Además del minoxidil, las personas alopécicas disponen de la espironolactona, medicamento que se sirve de los principios activos de la espironolactona para neutralizar las hormonas masculinas responsables de la alopecia. Su efectividad en este sentido es tan elevada que suele recetarse para corregir casos de hiperandrogenismo.
La bicalutamida es otro potente antiandrógeno que en dosis bajas actúa sobre el receptor androgénico y provoca el crecimiento de los pelos miniaturizados. También ayuda a combatir males como el acné, la grasa acumulada en el cuero cabelludo o la dermatitis seborreica.
Los beneficios de la bicalutamida se han comparado con la flutamida, prescrito indistintamente en casos de alopecia e hirsutismo. No obstante, se acepta que el organismo tolera mejor las terapias basadas en la bicalutamida.
La dutasterida y la finasterida, por su parte, pertenecen a los medicamentos inhibidores de las enzimas 5-alfa reductasas. Se administran vía oral y contribuyen a detener el desarrollo de dihidrotestosterona, responsable de la miniaturización del folículo piloso de manera eficaz.