Si hay un día realmente especial, este es el de la boda. Normalmente, es algo que se planea con mucho tiempo y en el cual queremos que todos los seres queridos estén presentes. Pero también es un acontecimiento social, sobre todo cuando alguno de los contrayentes, o ambos, tienen cargos relevantes. Se hace entonces necesario ampliar el círculo de invitados a contactos de trabajo de diversa índole.
Pero incluso en las celebraciones más modestas, todos los novios quieren impresionar a sus invitados con un excelente menú y los detalles más divertidos, lujosos o gourmet. Y, para eso, hay que realizar un equilibrio entre lo que nos gustaría y lo que estamos dispuestos a pagar.
Hay cosas a las que es posible renunciar y que no van a influir significativamente en la fiesta. Por ejemplo, muchas celebraciones comienzan con un sinfín de canapés que, al final, o no se consumen o hacen que cuando la gente se sienta a la mesa para comer o cenar, ya no tengan apetito. Por eso, una de las cosas en las que es posible ahorrar es en estos canapés, poniendo menos cantidad, pero de muy buena calidad. Por ejemplo, es preferible tener un jamón de calidad y un buen vino acompañado de un par de cosas más y no diez tipos diferentes de canapés, pero todos de calidad media o incluso baja porque, ¿quién quiere croquetas congeladas en una boda?
Las barras libres son otro de los problemas de muchas bodas, porque cuestan un buen pico y en muchos casos se sirve a los invitados licor de calidad media o baja. Si quieres que tu boda destaque por la calidad, es preferible poner en la mesa unas pocas botellas, pero de bebidas gourmet y no que la gente tenga litros de cualquier producto de baja calidad.
Los vinos son algo en lo que no se debe de regatear, pero escoger vinos de la tierra ayuda a conseguir el mejor equilibrio entre calidad y precio. No es necesario recurrir a los caldos de importación para poder tener productos de altísima calidad. Eso sí, si hablamos de champagne frances precios, aquí la cosa cambia. Un buen champán es algo que no debe de faltar en una boda, no solo porque gusta, sino por el simbolismo que tiene que hace que no sea sustituible por ninguna otra bebida.