La superficie cutánea es vulnerable a diversas amenazas: los cambios de temperatura, la deshidratación, la sobreexposición a los rayos solares, el abuso de cosméticos y exfoliantes, etcétera. El resultado de ser negligentes con la salud facial son las pieles grasas y envejecidas, con signos visibles de acné y de sequedad que afean incluso el rostro más agraciado.
En opinión de cualquier Dermatólogo especialista en cara, determinadas prácticas inadecuadas están en el origen de estos males. Por ejemplo, el uso de agua caliente para higienizar el rostro, que provoca la pérdida de aceites naturales que previenen la sequedad. En general, los cambios bruscos de temperatura —al acceder a interiores con la calefacción o el aire acondicionado demasiado alto— suponen un perjuicio para la epidermis, fácilmente evitable con ayuda de exfoliantes, serums o hidratantes.
Precisamente, la ausencia de cremas hidrantes en nuestro día a día ocasiona problemas como el acné o el exceso de grasa. Estos productos han demostrado ser útil para fortalecer y revitalizar la piel del rostro. Sin embargo, el abuso de este y otros aliados del cuidado facial puede ser contraproducente.
Así sucede con los excesos de exfoliante, que puede derivar en irritaciones de la piel y el deterioro de sus células debido a la pérdida de los mencionados aceites naturales de la superficie cutánea. Con todo, no se debe prescindir del uso diario de productos exfoliantes, ya que permiten eliminar las impurezas y células muertas de la piel.
Otro error señalado por dermatólogos consiste en prescindir de la protección solar en los meses más fríos del calendario. Y es que los rayos solares dañan la piel no sólo durante la temporada primaveral y estival, sino durante todo el año. Por consiguiente, los usuarios comprometidos con la salud de su piel deberían utilizar protector solar en los días soleados, sean de enero o de agosto.