El transporte urbano encabeza la lista de mayores emisores de carbono en Europa. En un intento por corregir esta situación y cumplir con los objetivos climáticos, las principales ciudades han implementado medidas audaces, como la restricción del tráfico en áreas céntricas o la creación de parkings disuasorios o park and ride. España no escapa a este fenómeno. Una parte significativa del aparcamiento aeropuerto Santiago, Barajas, El Prat, etcétera, está formado por plazas disuasorias.
Este tipo de aparcamientos se sitúan en puntos estratégicos (metro, aeropuertos, estaciones de tren, etcétera) de la periferia, formalmente denominadas como áreas intermodales de transporte. Su propósito es «disuadir» a los conductores de internarse más en el núcleo urbano mediante un parking asequible o gratuito, próximo a otros medios de transporte público menos contaminantes.
Con ello, tanto el conductor como la ciudadanía obtiene distintos beneficios, como el ahorro económico al aparcar, la promoción del uso de trenes, autobuses y otros medios de transporte o la descongestión del tráfico en el centro del municipio.
Pero ¿por qué los parkings disuasorios son considerados un aliado en la lucha contra el cambio climático? Las emisiones de CO2 derivadas de los atascos y la circulación del tráfico urbano disminuyen gracias a esta medida, impulsada por la UE para alcanzar el reto de neutralidad climática (climate neutral) como parte de la Ley Europea del Clima.
Además, el uso del aparcamiento disuasorio impacta positivamente sobre la calidad del aire, lo que beneficia al conjunto de la ciudadanía. De modo indirecto, la tasa de mortalidad vial y la polución acústica también se limitarían con esta iniciativa.
El concepto del park and ride no comenzó, en contra de lo que se cree, en la ciudad británica de Oxford. Canadá y Estados Unidos ya implementaron esta medida en la década de los sesenta, coincidiendo con el boom automovilístico.