Rodar por las calles de A Coruña en mi bicicleta siempre me ha hecho sentir como si fuera parte de una película indie, con el viento del Atlántico en la cara y la Torre de Hércules al fondo. Pero cuando mi vieja bici empezó a lucir más apagada que un día nublado, decidí que era hora de darle un cambio de look. Ahí es donde entra pintar bicicleta en A Coruña, una forma de transformar tu fiel compañera de dos ruedas en una obra de arte que grita tu personalidad a cada pedalada. En una ciudad donde las bicis son tan comunes como las gaviotas, un trabajo de pintura fresco puede hacer que tu bicicleta pase de ser una más a ser la envidia de las rutas costeras, y mi experiencia en un taller local me mostró que este proceso es más divertido y accesible de lo que imaginaba.
Mi aventura comenzó en un pequeño taller en el barrio de Los Mallos, donde un artista del spray me recibió con una sonrisa y un muestrario de colores que parecía un arcoíris en esteroides. Me explicó que pintar una bicicleta no es solo cuestión de agarrar una lata de pintura y rociar; hay todo un proceso para garantizar que el resultado sea duradero y resistente al clima gallego, que puede ser más caprichoso que un niño en una juguetería. El primer paso es desmontar la bicicleta, quitando piezas como el sillín y las ruedas para que no acaben con manchas accidentales. Luego, lijan el cuadro para eliminar el óxido y la pintura vieja, dejando una superficie lisa como la playa de Riazor en un día sin olas. Este proceso, me dijo, es clave para que la nueva pintura se adhiera como si fuera parte del metal.
La elección del color fue donde realmente me solté la melena. El taller ofrecía desde tonos clásicos como negro mate hasta colores neón que podrían iluminar una noche sin luna. Inspirado por el mar de A Coruña, opté por un azul profundo con detalles en blanco que evocaban las olas rompiendo en Orzán. El técnico me enseñó cómo usan pinturas específicas para bicicletas, resistentes al agua y los rayos UV, para que el color no se desvanezca con el tiempo. También me dio la opción de añadir un diseño personalizado, como mi nombre o un patrón geométrico, usando plantillas o incluso aerografía para los más atrevidos. Mi amigo Pablo, que pintó su bici con un diseño de rayas que parecía sacado de una carrera profesional, me dijo que desde entonces no pasa desapercibido en las rutas ciclistas de la ciudad.
El proceso de pintado en sí es como ver arte en acción. En el taller, aplicaron varias capas de imprimación y pintura en una cabina especial para evitar que el polvo o el viento gallego arruinaran el acabado. Luego, sellaron todo con un barniz protector que le dio a mi bici un brillo que reflejaba hasta las nubes. Lo mejor fue que el taller me dejó participar, enseñándome a sostener el spray con firmeza para probar en una pieza de práctica. Aunque mi primer intento parecía más un garabato que un diseño, la experiencia me hizo apreciar el trabajo que hay detrás de cada bicicleta reluciente.
Pintar tu bicicleta en A Coruña es más que un cambio estético; es una forma de hacer que cada paseo sea una declaración de quién eres. Ya sea que quieras un diseño discreto o uno que haga girar cabezas, los talleres locales tienen las herramientas y la creatividad para hacer realidad tu visión. Mientras pedaleo por el paseo marítimo con mi bici recién pintada, siento que no solo estoy rodando, sino contando una historia que combina el espíritu de la ciudad con mi propio estilo.